Sesiones Dobles (I.a): Fresas Salvajes

Lo prometido es deuda, así que me dispongo a ofrecerles mi aportación al proyecto interblogero «Sesiones Dobles«. La cosa empieza fuerte, nada menos que criticar dos célebres films del grandísimo Ingmar Bergman. Sin datos reales en la mano, me atrevo a decir que, posiblemente, el cineasta sueco esté entre los diez de su profesión sobre los que más y con mayor seriedad se ha escrito. En tal escenario, esta claro que un semi-inculto cinematográfico como yo, que a lo sumo habré visto 7 peliculas de este señor, poco puede aportar. Así que orientaré mis críticas a lo único que puedo ofrecer en exclusiva: mi opinión ultra-subjetiva, indocumentada y descontextualizada (cual no). Allá vamos…

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A mi me gusta dividir el estudio que hace Bergman de la condición humana en dos grandes campos. Por un lado están los temas con mayor tendencia a lo metafísico: la muerte, el silencio de Dios, el sentido de la vida… Por otro tenemos los aspectos más humanistas: el autoconocimiento (y el autoengaño), la relación con los otros, la culpa, la familia, la pareja… Ambas vertientes rara vez aparecen separadas en el corpus bergmaniano, pero casi siempre el peso de una de ellas predomina sobre la otra. El caso de «Fresas Salvajes» es de los que a mi más me gustan: predomina lo humanista sobre lo metafísico.

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Al doctor Isak Borg se le presenta un largo viaje a Lund para ser homenajeado por los 50 años de excelencia dedicados a su profesión. Tras una desconcertante pesadilla, decide no tomar el avion y hacer el recorrido en coche, acompañado por su nuera Marianne (bellísima Ingrid Thulin), la cual está viviendo con el doctor debido a problemas conyugales. Durante el viaje, Isak hará una retrospectiva de su trayectoria vital.

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El protagonista se hace consciente de que, detrás de sus enormes éxitos profesionales, su inteligencia, y su simpatía para el «mundo» se esconde una persona fria, áspera con sus allegados, fracasada en el amor y en la relación con su hijo. Isak Borg es un buen ejemplo de una realidad social que se ha extendido brutalmente en las últimas décadas. Con el «progreso» como coartada, gran cantidad de individuos dedican su vida a obtener éxito profesional, convirtiendose a la vez en entidades emocionalmente destructivas, generadoras de malestar para los que le rodean. A veces, el origen de ese comportamiento está en la ambición, tanto a nivel social como económico; otras, como en el caso de Isak, se trata de un proceso de negación: el individuo, incapaz de asumir sus limitaciones afectivas, intenta «borrarlas» a base de triunfos en otros campos, obteniendo como resultado un agravamiento del problema inicial.

Bergman sitúa a la familia como principal influencia en el desarrollo psicologico del individuo. La madre del Dr. Borg es pura frialdad y estoicidad, el hijo (esposo de Marianne) es consciente del destructivo legado familiar y toma la firme intención de no propagarlo en nuevas generaciones, negándose a tener hijos. Esta nihilista determinación es la que provoca el conflicto con Marianne.

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Otro tema fundamental del film es el implacable e irreversible paso del tiempo. Borg sufre por todo lo que no ha hecho y por todo lo que ya no puede reparar. Bergman nos hace partícipes de esa obsesión descubriéndonos los recuerdos y sueños del protagonista. Recuerdos que no son tales, pues el doctor no está presente en esas escenas, se trata de fabulaciones sobre hechos que él cree que han ocurrido, y que lo han alejado de una forma de vida diferente a la que ha llevado. En la escenificación de los dos sueños que aparecen en la película se hace notar la maestría de Bergman para manejar lo onírico. El primero de ellos destaca por su plasticidad: una ciudad vacía, rostros sin rasgos, relojes sin agujas, un coche fúnebre… todo orquestado para transmitir al espectador una sensación tremendamente poderosa de angustia, de no finalización, de cuenta atrás implacable. El segundo, más largo y menos estiloso visualmente, goza de una brillantez onírico/narrativa dificil de igualar: una mezcla de lugares, tiempos y personas que habitan en los recuerdos combinados para expresar los sentimientos de angustia y culpa del soñador; sin duda la mejor secuencia de la película.

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«Fresas Salvajes«, a pesar del nombre de su realizador, es un film tremendamente accesible, y toca temas creo que presentes en la mente de todo ser humano con edades comprendidas entre los 20 y los 100 años. Estoy seguro de que cualquiera de nosotros la comprenderemos mejor según vayamos cumpliendo años.

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